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En los Cielos de Lima, Andahuaylas se levanta
 

Marilyn Cartolin Guevara

22 de octubre del 2013

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Andahuaylas, conocida también como La Pradera de los Celajes, es una bella ciudad que, año tras año, recibe a miles de turistas entre los meses de diciembre y enero, buscando estar presentes en la fiesta de “Niñuncanchik”, un acto sagrado que rememora el nacimiento del niño Jesús. La fiesta se prolonga durante los días de Navidad, Año Nuevo y Bajada de Reyes.

 

En esos días es común ver a la gente abarrotada en las calles por donde caminó el gran José María Arguedas, buscando un lugar para presenciar la presentación y el espectáculo central de la fiesta, la “Danza de los Negrillos” un baile que mezcla los ritos de Dioses Antiguos con el actual culto católico.

 

El origen de esta danza aún es un misterio oculto en las profundidades del río Chicha, es una forma comunitaria de celebrar la navidad. El nombre del baile se origina porque los personajes del baile se pintaban la cara de negro para representar a los hacendados y militares de la época.

 

Por ser un baile importante para los distritos de Andahuaylas, Talavera, San Jerónimo, Huancaray y Chiara, este baile fue nombrado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación a principios de este año.

 

Una cuadrilla puede tener entre seis y treinta bailarines, de los cuales casi siempre solo seis son los que muestran sus dotes en el baile, los demás son contratados para hacer las grandes torres que se darán durante la fiesta. Las comitivas pueden llegar a cobrar entre 10 mil a 20 mil soles por presentación, con o sin trajes.

 

El primer bailarín, “El Caporal”, es el centro  de atención por ser el que liderará al grupo de cinco negros y una damita, pequeña niña o niño que puede tener entre uno y tres años, que será la punta de las grandes torres humanas, será él quien agite la campanilla para indicar el cambio de paso.

 

La cornetilla es el primer instrumento que se escucha al comenzar la fiesta, hombres vestidos con elegantes trajes de colores y una máscara que no permite reconocer su rostro son el principal atractivo, la campana o campanilla es agitada majestuosamente al compás del bombo, la tarola y el violín.

 

En este tipo de fiestas, se acostumbra nombrar un mayordomo y el número de mayores de negrillos que deseen participar. Antiguamente, según cuentan los que entraban de cargo, eran las personas notables y los que se encontraban mejores posicionados. Con el pasar del tiempo esto ha ido cambiando, en la actualidad son las instituciones las que año tras año pasan cargo, siempre acompañadas de algún buen vecino que decide hacerles la competencia.

 

UN NEGRILLO HABLA

 

Para muchos de los bailarines de esta danza es más que un simple baile, es una costumbre que se lleva por familia, para entender más de eso conversamos con Rafael Altamirano, un bailarín miembro de la Cuadrilla de Negrillos, los hermanos Altamirano. 

 

Para él, este baile es más que una simple costumbre, es arte y cultura, que aprendió desde que era un niño. “Aprendí a bailar porque mis hermanos mayores me enseñaron desde que era pequeño, comencé siendo damita, pero como fui creciendo y ya no me podían cargar deje de hacer ese papel y me convertí en bailarín”.

 

Ahora se ha convertido en uno de los principales ejes del baile de su cuadrilla, si bien es cierto no es el caporal, en este baile todos importan, la elegancia en sus movimientos es una de las principales características de esta cuadrilla y es que este grupo tiene una particularidad, todos sus integrantes son hermanos. “El nombre de la cuadrilla lo elige cada uno, por ejemplo nosotros como todos somos hermanos, nos hemos puesto de nombre la cuadrilla de la familia Altamirano”.

 

Y es que no es raro que en una familia entera, todos sean bailarines, en caso de esta cuadrilla, todos lo son, ya que su papá  Carlos Altamirano también lo fue en algún momento de su juventud. “Nosotros bailamos más por una tradición familiar, mi papá también fue bailarín, mis hermanos mayores aprendieron de él y yo de ellos, esa es la razón de que todos transmitamos este arte”. 

 

“Es una gran alegría para nosotros transmitir y representar esta costumbre, acá en tierras limeñas, porque así otras personas pueden ver nuestras tradiciones” señaló muy orgulloso Rafael Altamirano.

 

LA FIESTA AL FIN COMIENZA

 

Actualmente la costumbre ha traspasado barreras, los Andahuaylinos residentes en Lima han buscado la forma de mantener  y transmitir esta tradición a sus hijos organizando grandes fiestas al mismo estilo de su tierra natal donde la comida, cerveza y baile son inagotables.

 

Estás fiestas renacen en locales de los pueblos de Yaurecc, Huanipa Chillmay y otros en Callao y todo Lima, donde los mayordomos gastan todos los recursos posibles por hacer de su celebración algo inolvidable, todo esto forma parte del concurso.

 

A diferencia de la verdadera fiesta vivida en Andahuaylas, por el tiempo y la agitada vida en Lima, la fiesta suele ser en Navidad solo tres días 24, 25 y 26 de diciembre, en año nuevo el 31 de diciembre y primero de enero, mientras que la bajada de reyes suele ser una noche, un sábado de amanecida.

 

Lo que si no cambia es la costumbre, en Andahuaylas la costumbre es que el mayordomo o cargonte agasaje al Niño Jesús, pero para que la fiesta se lleve a cabo los invitados son esenciales y los compadres también, son ellos quienes ayudarán que la fiesta salga bien.

 

Una de las cosas que no cambian en las fiestas, es el respeto a la tierra, el primer permiso que se realiza, se da en la casa del mayordomo donde se juntan todos los instrumentos de los músicos con la ropa de los bailarines y se empieza a hacer la “Tinka”, un pago que se hace con trago, esto es necesario para que toda la fiesta salga bien.

 

La fiesta se inicia con la misa, minutos antes de ingresar a la ceremonia los compadres rodean a los mayordomos y les empiezan a colocar las bandas, que en forma son parecidas a las que reciben las reinas de belleza, pero estas son más gruesas y sus bordes son adornadas con grecas doradas, mientras en el medio los adornos bordados hacen ver jarrones, palomas y los nombres de los cargontes, otros mandan a poner luces, el par de estas bandas cuestan entre 200 y 300 soles según modelo.

 

La fiesta continúa toda la noche al compás de la música, la cerveza empieza a llegar a todas las manos y la algarabía invade la casa, los negrillos tendrán que bailar, normalmente en casa de cada cargonte contratan dos cuadrillas, lo que permitirá que la fiesta este asegurada hasta horas de la mañana. Entre las cuatro y cinco de la madrugada comienza “la huevada”, los cargontes empiezan a repartir huevo sancochado, mote, ají a todos los participantes, otros le suman a eso un sustancioso caldo de mote o caldo de pollo.

 

EN EL LOCAL SE VIVE LA COMPETENCIA 

 

El día central es el veinticinco de diciembre, luego de haber bailado por toda la noche los negrillos tendrán que prepararse para la competencia en baile y la construcción de torres humanas en el piso, la fiesta comienza en casa del cargonte al mediodía donde se sirve almuerzo a todos los invitados, luego se va camino al local.

 

Es aquí donde la competencia entre cargontes y mayordomos comienza, la entrada es el primer espectáculo, ahí se puede observar entradas con caballos, bengalas y cohetes que retumban en las calles, los organizadores regalan a sus invitados polleras, mantas, tazas y otras cosas.

 

Dentro de los locales el olor de la sabrosa trucha, sopa de mote, picante de yuyo, chicharrón de chancho  y el cuy chactado preparado al mismo estilo andahuaylino, te dan la bienvenida. 

 

Las presentaciones comienzan a las tres de la tarde, la veneración al niño Jesús empieza, es ahí donde todos los participantes trataran de dar lo mejor de su baile y espectáculo para contentar al gran jurado, “el público”. El sonido del violín abre el concurso iniciándose vistosos e imparables bailes generando la ovación y frenesí de los espectadores.

 

Las torres humanas empiezan a crecer hacia el cielo, los hombros de los bailarines se vuelven el soporte esperado, el miedo y asombro invade al público quienes piden más, torres de seis, siete hasta diez pisos tratan de invadir el cielo celeste, las damas en la punta con los brazos abiertos, paradas de cabeza o con un solo pie muestran el final, la cornetilla suena señalando la última etapa de la figura no acta para cardiacos.

 

Cuadrillas más arriesgadas dan a sus figuras, actos resaltantes como los saltos mortales, caminar sobre cuerdas, acrobacias, etc., el estilo se encuentra en cada uno.

 

A las siete de la tarde se da por terminada la competencia, todas las cuadrillas empiezan a bailar juntas y la algarabía, aplausos, silbidos y gritos inundan el local, la mejor cuadrilla será la más ovacionada.

 

 

EL ÚLTIMO DÍA

 

El final del concurso llega al día siguiente: un palo de veinte, treinta o cuarenta metros de largo se levanta en medio del local, en la punta, justo en el medio, palos amarrados y bien asegurados forman una “X”, en ella subirán los negrillos donde crearan torres de seis, cinco hasta siete pisos muchas veces desafiando la muerte.

 

Rafael nos comenta que esta es la parte que más miedo le causa, a pesar de todos sus años de experiencia. “Lo más difícil es hacer las acrobacias, porque el baile se puede realizar practicando, pero por más que practicas las torres humanas no siempre te salen bien, el año pasado fue la primera vez que me subí a una X, después de eso jure nunca más subir es una sensación fea, a pesar de que me agarraba bien al fierro, el palo se inclinaba tuve mucho miedo, mis hermanos en cambio si suben, ellos están acostumbrados”.

 

Es así como este baile finalmente muestra la osadía de estos grandes artistas que buscan llevar con su representación esa majestuosa costumbre que aun alberga el regazo de su querida Andahuaylas, llevando un poco de su tierra a esa imparable Lima que los ve con ojos desorbitados sorprendiéndose de esas incansables hazañas que logran en sus cielos.

 

Así como Rafael, son muchas las personas que se encargan de trasmitir esta tradición del pueblo chanca, no es fácil describir una torre humana en el alto del cielo, es mejor verlo y admirarlo.

 

Esta danza tiene un especial interés histórico, artístico y estético que aún no se ha estudiado en profundidad y que no está protegido, queda en cada uno de los hijos andahuaylinos hacer conocer a otras culturas sus costumbres para que jamás desaparezcan y dejar así un legado cultural que no sea pisoteado por esa apurada Lima.

 

 

TURISMO

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