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De más ilustre vecino a Santo de la Iglesia



El distrito limeño de Jesús María se ufana ahora de tener entre sus más ilustres vecinos a un Santo. Si, un Santo de la Iglesia Católica, el papa Juan Pablo II, quien residió en dos oportunidades, aunque por muy pocos días, en la Nunciatura Apostólica de la avenida Salaverry.

 

Los más antiguos vecinos de esa zona que aún viven, recuerdan emocionados los días en que estuvo en esa residencia el Papa Wojtyla, el papa viajero, el papa polaco.

 

A pesar de que durante esos días se daban cita en los alrededores miles de fieles para velar durante la noche el sueño del sumo Pontífice, rezando en voz alta padrenuestros y avemarías, y en las mañanas lo despertaban cantándole salmos bíblicos y canciones de inspiración popular de músicos latinoamericanos, nadie dice haberse sentido molesto.

 

Al contrario, era como si la ciudad se hubiese embargado en un trance de felicidad.La primera vez que visitó el Perú Juan Pablo II fue en 1985. Llegó a Lima en pleno verano, el 1 de febrero. Gobernaba el país el arquitecto Fernando Belaunde Terry y el cardenal era Juan Landázuri Ricketts.

 

En los cinco días de su estancia, el papa viajero visitó Arequipa, Cuzco, Ayacucho, Callao, Piura y Trujillo y, finalmente, Iquitos. Eran los años del terrorismo que azotaba el país. Y Juan Pablo II se fue al corazón mismo de la violencia, la ciudad de Huamanga.

 

No tenía temor, al contrario llevaba un mensaje de esperanza y al mismo tiempo de paz para los desquiciados.La gente suele recordar, sin embargo, más la frase que dijo en Iquitos: soy el papa charapa. Y esta caló hondo, porque era un primer paso de inclusión de la población y del territorio más extenso que tiene el país y que estaba olvidado y abandonado por la Lima centralista.

 

Hasta hoy, sin embargo, persisten las diferencias.Para dejar constancia de la visita del Papa Juan Pablo II al Perú, al arquitecto César Diaz Gonzales se le ocurrió diseñar un extenso mural sobre las paredes del Lawn Tennis de la Exposición que dan a la avenida Salaverry, representando los departamentos del Perú, la belleza arquitectónica que conserva cada una de sus ciudades y los recursos naturales, especialmente la flora y la fauna.

 

Asimismo, se construyó en el centro de la misma avenida Salaverry un parque en honor de la Virgen del Rosario y en el frontis de la Nunciatura Apostólica el parque de la Paloma, de la paloma de la paz, colocando un hermosa escultura de Víctor Delfin.

 

De entonces a la fecha han pasado 29 años.Su segunda visita, en 1988, fue muy breve, apenas tres días, para estar en Lima el 14 y 15 de mayo y partir rumbo a Paraguay el 16, y se hospedó en la misma sede de la Nunciatura Apostólica, siendo por segunda vez vecino ilustre del distrito.

 

Por su parte, Angelo Giuseppe Roncalli, llamado el “papa bueno” o el “papa más amado de la historia”, también elevado a los altares, adoptó el nombre de Juan XXIII, que además de parecer vulgar ante los León, Benedicto o Pío, era el de un famoso antipapa de triste memoria.

 

Su tarea la abordo como la de un párroco de aldea, sin permitir que sus cualidades humanas quedasen enterradas bajo el rígido protocolo, del que muchos papas habían sido víctimas.Como pontífice dio un nuevo planteamiento al ecumenismo católico.

 

Su propósito pronto fue poner al día la Iglesia, adecuar su mensaje a los tiempos modernos enmendando pasados yerros y afrontando los nuevos problemas humanos, económicos y sociales. Juan XXIII publicó las encíclicas Mater et Magistra y Pacem in terris.En la primera explicita las bases de un orden económico centrado en los valores del hombre y en la atención de las necesidades.

 

Habla claramente del concepto "socialización" y abre para los católicos las puertas de la intervención en unas estructuras socioeconómicas que debían ser cada vez más justas.En la segunda encíclica delinea una visión de paz, libertad y convivencia ciudadana e internacional vinculándola al amor que Cristo manifestó por el género humano en la Última Cena.

 

Poco antes de su muerte, acaecida el 3 de junio de 1963, Juan XXIII aún tuvo el coraje de convocar un nuevo concilio que recogiese y promoviese esta valerosa y necesaria puesta al día de la Iglesia: el Concilio Vaticano II.

 

A través de él, el papa Roncalli se proponía, según sus propias palabras, "elaborar una nueva Teología de los misterios de Cristo. Del mundo físico. Del tiempo y las relaciones temporales. De la historia. Del pecado. Del hombre. Del nacimiento.

 

De los alimentos y la bebida. Del trabajo. De la vista, del oído, del lenguaje, de las lágrimas y de la risa. De la música y de la danza. De la cultura. De la televisión. Del matrimonio y de la familia.

 

De los grupos étnicos y del Estado. De la humanidad toda".Si bien el papa Roncalli nunca visito el Perú, hubo un vínculo muy fuerte con nosotros, pues el 6 de mayo de 1962 canonizó a San Martín de Porres.

 

Volviendo a Juan Pablo II, nuestro “papa charapa”, he escuchado decir a más de un persona que cuando falleció el 2 de abril de 2005, sintieron como si les hubieran arrancado parte del alma, que perdieron a uno de los seres más queridos, porque el Papa Wojtyla para ellos era eso, era parte del alma de miles de personas que se sintieron cautivadas por el impacto de la bondad que su sola presencia y su mirada trasmitían.

 

 

Opinión

del Director

José Antonio Camborda Ledesma

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